Cuentos

 El cuento es uno de los recursos más poderosos para atraer la atención de los alumnos, y para ayudarlos en su aprendizaje.  Al presentar el material de un cuento, podemos observar como los niños abren sus ojos, sus oídos , como su estado de ánimo se pone a flor de piel, como se comprometen con esta herramienta, es decir, como se ponen  a disposición del universo del cuento. Por eso, a menudo, al explicarlos, aparece la expresión: ¡Otra vez!


EL RATONCITO PÉREZ. 
Hace muchísimo tiempo, había un príncipe llamado Buby y sus padres lo amaban mucho. Por eso, cuando se le cayó su primer diente, la madre le contó que los niños buenos dejaban su diente bajo la almohada para que el ratón de los dientes, se lo cambiara por un regalo.
Buby dejó su diente bajo la almohada y esperó impaciente la llegada del ratoncito. Pero sucedió lo que debía suceder y se quedó dormido. De pronto, un suave roce lo despertó.
Se incorporó de golpe y vio sobre la almohada a un ratón pequeño, con lentes de oro, sombrero de paja, zapatos de lienzo y una cartera roja, terciada a la espalda.
- ¿Quién eres?- preguntó el niño.
- Soy Ratón Pérez.- contestó el ratón.
El pequeño príncipe intentaba tomarlo por el rabo, mientras el ratón, continuaba eludiéndolo. Finalmente, Buby consigue convencer al ratón para que lo lleve en sus aventuras. El ratón se subió en el hombro de Buby y pasó su rabo por la nariz del niño, lo hizo estornudar estrepitosamente y al instante, quedó convertido en un hermoso ratoncillo de piel brillante y ojos verdes. De esta forma, pudo acompañar al Ratón Pérez y salir de palacio sin ser notado.
Antes de emprender el viaje, pasaron por la casa del Ratón Pérez, que vivía con su mujer e hijos en una buhardilla, para recoger el regalo para Gilito. Luego se dirigieron a la casa de Gilito, un niño pobre que esperaba la visita del ratón de los dientes.
Al conversar con el pequeño niño pobre, el príncipe Buby I conoce la miseria y la forma en que viven sus súbditos. Conoce la existencia de otros niños que viven de manera muy diferente a él, sin lujos, ni servidumbre. También aprenderá valores durante su aventura, como el buen gobierno, la generosidad y la valentía.
Cuando Buby creció y se convirtió en rey, gobernó con bondad y muy amigo de los niños y un decidido protector de los ratones. Desde entonces, es costumbre que cuando a un niño se le cae un diente, lo deje bajo la almohada para que el Ratón Pérez se lo cambie por un regalo.





POEMA  MI DIENTECITO.
Tengo un dientecito puntiagudo y blanco,
que poquito a poco se me está tumbando.
Todas las mañanas lo toco asombrado,
por ver si mi diente ya se ha tumbado.
Estoy esperando que esta noche , si,
el Ratón Pérez venga ya por fin.
Es un ratoncito de nariz muy roja,
orejas paradas, y una larga cola.
Mamá me ha contado que a los niños
buenos les trae monedas y caramelos.
Yo quisiera verlo , pero es imposible,
pues corre ligero y el es invisible.


 
Publicado en Cuentos para contar, Dibujos de personajes de cuentos

CHOCO ENCUENTRA UNA MAMA

Choco era un pájaro muy pequeño que vivía a solas. Tenía muchas ganas de conseguir una mamá, pero ¿quién podría serlo? Un día decidió ir a buscar una. Primero se encontró con la señora Jirafa. ―Señora Jirafa― dijo. ―Usted es amarilla como yo. ¿Es usted mi mamá? ―Lo siento―suspiró la jirafa―pero yo no tengo alas como tú. Choco se encontró después con la señora Pingüino. ―Señora Pingüino―dijo. ―Usted tiene alas como yo. ¿Será que usted es mi mamá? ―Lo siento―suspiró la señora Pingüino, pero mis mejillas no son grandes y redondas como las tuyas. Choco se encontró luego con la señora Morsa. ―Señora Morsa―exclamó. ―Sus mejillas son grandes y redondas como las mías. ¿Es usted mi mamá? ―Mira―gruñó la señora Morsa―mis pies no tienen rayas como los tuyos, así que: ¡No me molestes! Choco buscó por todas partes pero no pudo encontrar una madre que se le pareciera. Cuando Choco vio a la señora Oso recogiendo manzanas supo que ella no podría ser su mamá. No había ningún parecido entre él y la señora Oso. Choco se sintió tan triste que comenzó a llorar. ― ¡Mamá, mamá!...Necesito una mamá. La señora Oso se acercó corriendo para averiguar qué le estaba pasando. Después de haber escuchado la historia de Choco, suspiró: ― ¿En qué reconocerías a tu madre? ―Ay…estoy seguro de que ella me abrazaría―dijo Choco entre sollozos. ― ¿Ah sí? ―preguntó la señora Oso. Y lo abrazó con mucha fuerza. ―Sí, estoy seguro de que ella también me besaría. ― ¿Ah sí? ―preguntó la señora Oso. Y alzándolo le dio un beso muy largo. ―Sí. Y estoy seguro de que me cantaría una canción y me alegraría el día. ― ¿Ah sí? ―preguntó la señora Oso. Entonces cantaron y bailaron. Después de descansar un rato la señora Oso le dijo a Choco: ―Choco, tal vez yo podría ser tu mamá. ― ¿Tú? ―preguntó Choco―pero si tú no eres amarilla, además no tienes alas ni mejillas grandes y redondas. Tus pies tampoco son como los míos. ― ¡Qué barbaridad! ―dijo la señora Oso―me imagino lo graciosa que me vería. A Choco también le pareció que se vería muy graciosa. ―Bueno―dijo la señora Oso―mis hijos me están esperando en casa. Te invito a comer un pedazo de pastel de manzana. ¿Quieres venir? La idea de comer pastel de manzana le pareció excelente a Choco. Tan pronto como llegaron, los hijos de la señora Oso salieron a recibirlos. ―Choco, te presento a Hipo, a Coco y a Chanchi. Yo soy su madre. El olor agradable del pastel de manzana y el dulce sonido de las risas llenaron la casa de la señora Oso. Después de aquella pequeña fiesta, la señora Oso abrazó a todos sus hijos con un fuerte y caluroso abrazo y Choco se sintió muy feliz de que su madre fuera tal y como era.

 

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